Nombrarte a las 16.00hs p.m es balancearme sobre el meridiano que decide que ésta es la hora del mate, la de los oficinistas que miramos el día correr por una ventana, la del taxista que pasea por Buenos Aires hasta que las 18.00p.m decidan ser hora pico.
¿Te dás cuenta de lo que te hablo?,
nadie hace el amor a las cuatro de la tarde un miércoles,
nadie toca la guitarra en el medio de la oficina como en un concierto de tacos que golpean pisos lustrados y teléfonos en la, o incluso eso, no les interesa investigar si el teléfono está en la, lo atienden pronunciando su nombre como si al que está del otro lado le importara, o eso también, no se ponen a pensar si realmente se presentan ante otros para tratar de reconocerse en medio de una rutina de 16.00hs.
No pasa porque lo elija, me es imposible dejar de ser sencible a las personas que atienden éste tipo de detalles, no puedo, creeme; pueden sonar absurdas cuando en realidad lo absurdo es que los defina como tal, o que a ésta hora, precisamente a ésta hora se me ocurra contarles que yo no me abrazaba a un meridiano que anunciaba las 16.00hs, quería el auténtico, el detalle justo en el momento más real. Y esas cosas, por darles un nombre, él no las captaba lo suficiente como para que lo titule protagonista.
Entonces, digamos, compró el whisky más caro (total, la literatura no paga) y corrió a vestirse con un par de palabras talle 42 aprovechando que a las 16.00hs p.m todos los negocios estaban abiertos, sin dejarme concluir en la historia de mercantilismos sentimentales a.m a las que pertenecía.
doguiliando.
Hace 15 años